En menos de 60 horas el régimen de Betancourt juzgó a 150 presos políticos | Correo del Orinoco
Hoy se cumplen 50 años del proceso militar colectivo celebrado en Conejo Blanco
En menos de 60 horas el régimen de Betancourt juzgó a 150 presos políticos
A los reos les aplicaron penas de cárcel por más de 2 mil años
tomado del articulo: En menos de 60 horas el régimen de Betancourt juzgó a 150 presos políticos | Correo del Orinoco
Un día como hoy, hace 50 años, el Consejo de Guerra de Caracas sometió a un juicio militar sumarísimo -que duró menos de 60 horas- a 150 presos políticos, a quienes se les aplicaron penas por más de 2.000 años de cárcel.
Los condenados eran militantes de izquierda y miliares que habían participado en las insurrecciones del Carupanazo y el Porteñazo contra el régimen de Rómulo Betancourt. Estaban detenidos en distintos puntos del país y fueron trasladados sin previo aviso a Fuerte Tiuna, antigua hacienda Conejo Blanco. Allí, en el gimnasio cubierto de la Academia Militar, se realizó el proceso, recuerda Ángel Suzzarini, uno de los guerrilleros condenados en esa ocasión:
“El juicio se hizo sin avisar. Nos trajeron a todos en avión ese mismo día 14 de noviembre, desde el Castillo de Puerto Cabello. Al llegar a Caracas nos encontramos con que seríamos sometidos a juicio y junto con nosotros, que éramos 50, a 80 compañeros que venían de el Castillo de El Vigía, en La Guaira, además de los que se estaban en el Cuartel San Carlos, que eran Fabricio Ojeda y sus compañeros”.
No eran los únicos reos que estarían en el banquillo ese día, acota Suzzarini, en entrevista concedida al Correo del Orinoco: “Había gente que venía de otras cáceles, no recuerdo de cuáles, pero si sé que los habían agarrado en diferentes lugares, por ejemplo, a mí me agarraron en Biscucuy, entre Portuguesa y Trujillo y estaba preso en Puerto Cabello. Pero allí había gente que venía de Falcón, de Apure, de Oriente, de El Bachiller”.
CONTRA FABRICIO OJEDA
A pesar de que el juicio se montó intempestivamente, como los guerrilleros habían sido capturados entre mayo y junio de 1962, había un equipo de abogados listo para defenderlos, liderados por Raúl Domínguez, profesor universitario y militante comunista, “un gran luchador que tuvo mucha incidencia en las luchas campesinas de Yaracuy y fue fundador del Partido Comunista en esa zona”. El equipo de juristas lo integraban Roberto Hernández Wonsieder, Gloria Mata, Alicia Medina, Yolada Jaimes, Ada Ramos y Rafael Rodríguez Mudarra.
Rodríguez Mudarra formaba parte de la defensa de Fabricio Ojeda, quien llevaba solo diez días detenido. Suzzarino piensa que fue la captura del exdiputado y presidente de la Junta Patriótica lo que precipitó las cosas: “Da la impresión de que el juzgamiento se aligeró por Fabricio, para que el caso pudiera generar más escándalo. No hay que olvidar que Fabricio era una gran figura, era el Presidente de la Junta Patriótica que derrocó a la dictadura”.
Su afirmación responde a su convicción de que no solo se quería doblegar a los detenidos sino amedrentar a los demás presos políticos y a la militancia que se mantenía en pie de lucha contra el régimen. Esa es la razón por la que se recurría al “método de traer gente del interior, concentrarlos en un sitio, reventarlos y luego condenarlos a penas larguísimas, para que cualquiera temiera caer preso por la cantidad de años de cárcel que le podían caer encima”.
-Nos juzgaron en varios grupos. No sé a que criterio obedecía la ubicación en los grupos, pero a mi me pusieron en el de los que resultaron condenados a 18 años, entre los que estaban Fabricio, Clodosvaldo Russián, Antonio Lunar Márquez, Luben Pettkof y José Manuel “Chema” Saher.
-¿El juicio logró atemorizar a los presos?
-Hubo gente que se atemorizó, pero nosotros, que éramos jóvenes revolucionarios, convencidos de tener la razón, así como los mismos campesinos que nos acompañaban, pensábamos que la revolución triunfaría y si la victoria no era inmediata, estábamos preparados para una lucha larga.
Suzzarini comenta que ese convencimiento influyó para que los enjuiciados mantuvieran una buena actitud en todo momento: “Así lo hizo Fabricio desde el primer momento hasta su muerte. Los soldados que estaban afuera decían: “Que juicio ni nada: todos los que están ahí están riendo, alegres y cantando”.
“POR AHORA” 50 AÑOS ANTES
El exguerrilerro advierte sobre “una cosa muy importante” que se debe destacar de este episodio histórico: “Cuando tuvimos que enfrentar el aparato de tortura no reconocimos culpa, no admitimos tener que ver con la guerrilla, ni dijimos que estábamos vinculados a nada, pero en el momento de ese juicio sabíamos que eran muy pocos los que iban a salir libres. Nos iban a condenar de todos modos. En vista de eso reivindicamos nuestro derecho de estar alzados. Con una moral muy alta cantábamos nuestra posición digna de alzados contra Betancourt, nuestra condición de revolucionarios y antiimperialistas, nuestra defensa de la patria”.
“No era momento de decir ¡Yo no estaba! Era el momento de dar las razones y el porqué. Lo mismo que Chávez con su “Por Ahora”. La diferencia es que a nosotros no nos dieron ni nos hubieran dado nunca la difusión mediática que tuvo el Presidente. El tuvo pocos minutos pero lo vio todo el país y le reconocieron la razón”, sentencia evocando a Fabricio Ojeda, y exalta los discursos que en el juicio dieron Raúl Domínguez, Luben Petkoff y el propio Ojeda, “sobre todo este úlimo, que yo le recomiendo a todos los revolucionarios leer, porque sus palabras son ejemplo de firmeza revolucionaria”.
Los oficiales de Carúpano y Puerto Cabello también pronunciaron brillantes y convincentes discursos en el juicio: “Por eso digo que no tuvimos la suerte de que nos pusieran el micrófono como se lo pusieron a Chávez y Chávez los mató: ¡Exigió que tenía que ser en vivo y en cuanto le pusieron el micrófono los mató!. Él sabía que los iba a “matar” en cuestión de un par de minutos, que fue lo que le dieron para hablar”.
Suzzarini destacó que la derecha se encargó de silenciar los discursos de la defensa y los acusados: “La idea de la derecha es borrar todo testimonio presente y pasado de las acciones revolucionarias”. Y como muestra de ese proceder recuerda que “desde el mismo momento en que empezó el gobierno de Betancourt empezó la censura; asaltos a los medios de izquierda; presiones a los medios como el caso de El Nacional; que le hicieron un cerco económico para que quebrara y estuvo a punto de eso. Llegó el extremo de que, cuando Carlos Andrés Pérez era ministro del Interior, se les prohibió a los medios mencionar a las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional) y como era una prohibición expresa, algunos medios cuando reseñaban los hechos hablaban de “las 4 letras”, por ejemplo”.
No obstante, explica que se ocupó “de buscar muchas cosas. Y Guillermo García Ponce, que estaba pendiente de eso también hizo mucho para ubicarlos. Hoy esos documentos se encuentran en el Archivo General de la Nación, en el área de escritos recabados por el Fondo Documental del Pueblo, correspondientes al periodo 1936 -2007 donde se registran luchas clandestinas, rebeliones cívico militares y resistencia popular, asesinatos políticos, gremios y partidos, entre otros temas. ”
EN BUSCA DE LA UNIÓN CÍVICO-MILITAR
El exguerrillero Ángel Suzzrini explicó al Corro del Orinoco que “lo que estaba planteado con el surgimiento de las guerrillas y los alzamientos militares de El Carupanazo y el Porteñazo, era la unión cívico-militar para hacer la revolución en Venezuela”.
Acotó que esa es una estrategia que “ue ha funcionado siempre aquí (con la Junta Patriótica) y en todo el mundo. Eso quedó demostrado históricamente en China y en la Unión Soviética. Y en España, donde el Partido Comunista creó el Quinto Regimiento para respaldar el alzamiento de los militares, y llegó a organizar más de 70 mil hombres y mujeres. Pero en el caso español no resultó porque algunos militares traicionaron”.
“Guillermo García Ponce, Gastón Carballo y una gran cantidad de camaradas, sostenían que la revolución en Venezuela se haría con las Fuerzas Armadas, y el gran ideólogo de eso fue el Capitán Julio Bonet Salas, expulsado de la carrera militar por Pérez Jiménez y luego enviado lejos del país por Betancourt con la excusa de una tarea diplomática en Grecia. Pero él renunció a los pocos meses y regresó a trabajar intensamente por esa unión cívico-militar”.
Suzzarini contó que Bonet Salas se dedicó a entrenar a los grupos que constituirían los movimientos guerrilleros.
-Esos movimientos guerrilleros se constituyen para que haya una coordinación con un gran sector de la Fuerza Armada y hubo que entrenar guerrilleros a fin de que una vez que se produjeran los alzamientos militares entraran en acción y se unificaran con las Fuerzas Armadas.
Agregó que los alzamientos se dieron, “pero no se produjo la coordinación con la guerrilla”.
EL JEFE DE AD IGNORABA EL TEMPLE DE LOS REVOLUCIONARIOS
El exguerrillero Ángel Suzzarini, uno de los 150 presos políticos condenado en el juicio Sumarísimo del 14 de noviembre de 1962, explicó al Correo del Orinoco que el régimen de Rómulo Betancourt manejó la prisión y la tortura como recursos de ablandamiento y desmoralización de las luchadoras y los luchadores revolucionarios. Esa estrategia, afirmó, fue un error del jefe de Acción Democrática, que en su afán represivo “utilizó las cárceles más aisladas y emblemáticas”, como lo eran el Castillo Libertador de Puerto Cabello, la Prisión de El Vigía en la Guaira y el Cuartel San Carlos, donde los presos eran hacinados en pésimas condiciones.
“Desde diferentes cárceles del país llevaban a los guerrilleros a estas prisiones. En la cárcel de El Vigía, en La Guaira, metían a 80 presos en un lugar donde cabían solo 40 y había solo dos pocetas y 2 regaderas para esos 80 hombres”.
Pero esos eran lugares llenos de historia, y en eso encontraban los prisioneros un estímulo para resistir, comentó Suzzarini:
“Al llegar a estas prisiones, los revolucionarios se encontraban con que en el Castillo Libertador y en la Cárcel de El Vigía estuvo preso Francisco de Miranda, en Puerto Cabello murieron Maisanta y Pío Tamayo, y estuvieron todos los dirigentes revolucionarios desde antes la Independencia. Las celdas de castigo eran los calabozos de grandes héroes, de patriotas que derrocharon dignidad siendo víctimas de las peores dictaduras. Lo mismo ocurría en el Castillo de El Vigía en La Guaira y se dice que José Leonardo Chirinos estuvo preso en el San Carlos”.
“Todos los compañeros estaban contentos de estar presos donde estuvo Francisco de Miranda, o de poder decir ‘en este calabozo estuvo Andrés Eloy Blanco’, o ‘por aquí pasaron todos los revolucionarios presos en esa época y lejos de doblegar a la gente eso lo que hizo fue subirles la moral.”
Betancourt se equivocó, “porque no conocía el temple de los revolucionarios, además de que al considerar una afrenta encerrar a los presos en estas cárceles hizo el papel de los colonialistas españoles y del dictador Gómez.
PRESIDENTE TERRORISTA
Ángel Suzzarini sostuvo que Rómulo Betancourt intentó criminalizar y estigmatizar a las y los militantes revolucionarios que se rebelaron contra su régimen represivo y antipopular. Y no tuvo escrúpulos para amenazarlos públicamente con asesinarlos: “Desde el primer momento en que empezaron a caer presos los primeros guerrilleros, Betancourt nos llamó “cimarrones y bandoleros”: cimarrones como el ganado sin herrar que vivía disperso por el monte, llamados también mostrencos o cachilapos”.
Además, recuerda Suzzarini, Betancourt fue enfático en advertir que “yo no cargo preso amarrado”. Eso significaba “que a todo aquel que agarraran en el monte lo mataban. Era una amenaza muy directa, categórica y terminante que se cumplió como una orden aplicada literalmente”, señaló.
“Hay gente de los campos a quienes les mataron familiares y nunca denunciaron, pero ahora sí lo hacen. Y se ha extraído restos, osamentas, muchas sin identificar todavía. Es el trabajo que estamos haciendo, investigar todos los casos: ir identificando esos restos de gente directamente involucrada en la guerrilla; campesinos habitantes de las zonas guerrilleras, formados en las guerrillas o que se sumaron, o aquellos que simplemente vivían en esas aldeas. De algunos se sabía que los mataron pero por la represión durante el puntofijismo no se les podía buscar”.
Suzzarini se refiere a los esfuerzos que viene haciendo la Asociación Venezolana y el Olvido para impedir que los crímenes políticos de la Cuarta República queden impunes. Este colectivo, junto a otros, logró la aprobación de la ley que permite investigar y juzgar esos delitos.
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